Este año no podemos salir a manifestarnos por el Día de la clase obrera, ya que el estado de alarma ha secuestrado nuestras libertades y derechos políticos. Desde hace 45 días solo se nos permite pisar la calle para ir a nuestros centros de trabajo a seguir produciendo y aumentando los beneficios empresariales. Aunque se hizo un insuficiente parón económico coincidiendo con la Semana Santa, el 13 de abril el Gobierno español permitió la vuelta a los trabajos no esenciales, como en las industrias o en la construcción, sin cumplir las medidas de seguridad sanitarias en la inmensa mayoría de casos.
Han puesto en grave riesgo nuestra salud a la par que han llenado nuestros barrios de militares, policías, drones, helicópteros y demás herramientas represivas de control que se han servido de la Ley Mordaza, que este supuesto gobierno progresista se había comprometido a derogar. Se han producido más sanciones en 6 semanas de estado de alarma que en los 5 años de Ley Mordaza. También hemos sido espectadores de la proliferación de los denominados “policías de balcón”. Chivatos alienados por los medios de comunicación que hacen el juego sucio al Estado, vigilando, grabando, insultando y atemorizando a sus vecinos. Mediante esta política del miedo y del enfrentamiento, desde el Gobierno se ha puesto en marcha un estado de excepción encubierto, con el visto bueno de gran parte de los supuestos partidos de “izquierdas” que se pliegan una vez más a los intereses del capital mientras traicionan a nuestra clase.
Hoy también toca tener memoria: recordamos a los Mártires de Chicago, a los ocho anarquistas asesinados en 1886 por reivindicar la jornada laboral de 8 horas. A todas y cada una de las obreras que han dado su vida para conquistar el futuro de la clase trabajadora de punta a punta del globo y, en especial, a todos los castellanos y castellanas que no han dejado de levantarse desde 1521. Recordamos hoy también los motines del pan, el de la patata, los enfrentamientos por la defensa del comunal y todas aquellas luchas obreras en las fábricas y centros de trabajo a lo largo y ancho de Castilla, que han llegado hasta nuestros días.
“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”
Camino del centenario de la III Internacional, el significado histórico del primero de mayo nos ayuda a reconstruir nuestra conciencia colectiva como clase que sólo posee su propia fuerza de trabajo. Nos ayuda a recordar que, aunque desposeídos, los trabajadores y las trabajadoras somos los que movemos el mundo y los únicos con capacidad para transformarlo. Nos recuerda también que para el proletariado no hay fronteras: somos clase obrera y la clase obrera es internacional. A pesar de que en cada realidad nacional concreta tengamos la obligación práctica de desarrollar un proyecto revolucionario y socialista adaptado al contexto, no podemos nunca olvidar la fuerza que nos muestra esta fecha: la fuerza del internacionalismo proletario.
Son tiempos difíciles para el pueblo castellano en general y para su juventud trabajadora en particular: parada o trabajando en pésimas condiciones, como cajeras, camareros, repartidores, riders, sanitarias, en el campo o en el telepi, nos jugamos nuestra precaria existencia como mano de obra barata para los negocios de la burguesía.