Los sucesos que dieron lugar a la quema de Medina del Campo son uno de los grandes ejemplos de revolución popular de la Historia del mundo, pero aún más, de la historia de nuestro pueblo castellano.
L@s comuner@s del Siglo XVI, se enfrentaban, como lo seguimos haciendo en el siglo XXI, a un sin fin de injusticias y mezquindades por parte de quienes tienen el poder – saqueo a las clases populares, tierras maltratadas por un régimen que no está interesado en los desarrollos locales y rurales del pueblo, una gobernanza y una política que anula la capacidad de decisión y olvida el bien común y el interés del pueblo por su propio beneficio económico.
Hoy, podemos sumar la explotación laboral y la pérdida de la industria con una agricultura y ganadería casi desaparecida, llevando a nuestros pueblos a la precariedad, al paro y a una situación sin salida para l@s trabajador@s y para la juventud, imposible de labrarse un futuro en sus propios pueblos. Y en momentos en los que el régimen tambaleaba, también nos hemos enfrentado – y enfrentamos- a un sistema que ha dejado claro que no le importa llevarse pueblos enteros y las vidas que hagan falta, para mantener el orden establecido.
Por eso, en un momento en el que la dureza del régimen imperialista de Carlos V golpeaba con fuerzas a las clases populares, l@s comunero@s se levantaron contra él defendiendo sus derechos y un proyecto de vida sostenible para la realidad de Castilla. En este levantamiento, los sucesos de Medina del Campo son todo un ejemplo de solidaridad y compromiso.
Las tropas imperiales asediaban Segovia, que resistían bajo el mando del comunero Juan Bravo. El ejercito leal al Rey, consciente de la imposibilidad de continuar la lucha en las condiciones que se encontraban, fueron en busca de una artillería mejor y, el 21 de agosto, el ejercito llegó a las puertas de Medina del Campo. Pero l@s vecin@s se opusieron a entregarles la artillería: las reunieron en la Plaza Mayor, cerraron todas las puertas, se atrincheraron y se prepararon para defenderlas.
Al no poder avanzar, el ejército imperial fue ordenado a prender fuego a edificios situados en tres lugares distintos del pueblo; con el objetivo de que l@s vecin@s del pueblo abandonasen sus puestos para apagar las llamas y poder tomar las armas. Pero el pueblo no se movió. Lleno de valentía, tod@s mantuvieron sus posiciones mientras el fuego se extendía rápidamente. Cuando el ejército se fue y l@s vecin@s consiguieron pararlo ya se habían calcinado trescientas cincuenta casas.
Al extenderse por toda Castilla la noticia de la quema de Medina del Campo, numerosas ciudades que habían permanecido tranquilas se sumaron a la rebelión, mostrándose una vez más la solidaridad de los pueblos castellanos. Las milicias comuneras segovianas fueron a Medina, y cuando llegaron, l@s habitantes le entregaron la artillería que tanto les había costado defender.
La lucha comunera es un ejemplo para lo que somos ahora, porque se levantaron frente a las injusticias. Hart@s de la desigualdad, los poderes se enfrentaron a una lucha inesperada, desde los valores que seguimos promoviendo: justicia social e igualdad.
Nuestro pueblo, como casi cien años atrás, sigue reclamando lo que se merece. Nuestras tierras no pueden seguir siendo olvidadas, ni nuestros pueblos abandonados, ni nuestra clase explotada. Cada vez se hace más evidente que los pueblos castellanos necesitan un proyecto alternativo ajustado a sus necesidades reales. Un proyecto libre de una clase política y de una monarquía que explota a su propio pueblo. Un proyecto con capacidad de decisión, dónde Castilla sea sujeto político y se pueda articular en una República socialista, feminista e internacionalista libre de las agresiones que a día de hoy vivimos. Un proyecto que solo podemos crear desde el compromiso y la solidaridad.