8 de marzo de 1917, 23 de febrero según el calendario juliano, las mujeres rusas se levantan para exigir el fin de una guerra estéril que no reporta nada al pueblo salvo la pérdida de miles de vidas. Este hecho marca el inicio de la Revolución Socialista Rusa, el cual es, sin duda, uno de los acontecimientos más importantes de toda la Historia de la humanidad.
La Primera Guerra Mundial era una guerra inútil para el pueblo trabajador. Mientras las feministas burguesas de los países implicados dejaron de lado su causa para aliarse con la clase dominante y organizar el reclutamiento de mujeres que sustituyesen los puestos de trabajo del hombre que estaba en el frente, las mujeres trabajadoras se vieron asfixiadas por una situación que hacía aún más interminable y fatigosa su jornada laboral. Las burguesas dejaron de lado las reivindicaciones feministas y se centraban en exaltar la idea del “deber patriótico” de cubrir los puestos del hombre que estaba en la guerra, de la necesidad de cumplir con un compromiso con la Patria, por supuesto desde una visión chovinista e imperialista de ésta y al servicio de la clase explotadora. Por su parte, las obreras sufrían unas condiciones cada vez más pésimas: el capitalismo aprovechaba la situación de desorganización para explotar aún más las condiciones laborales de estas mujeres. Ya en 1915, las Mujeres Socialistas celebraron un Congreso internacional en el cual exigieron el fin de la guerra, proclamando la hermandad de todas/os las/os trabajadora/es del mundo. Las peticiones de paz y socialismo se hicieron imparables.
Finalmente, como apuntábamos antes, el 8 de marzo, tras otras rebeliones en Austria o París, las mujeres de San Petersburgo se lanzan a las calles para exigir pan y paz. Unos meses más tarde, el proletariado toma el poder, derroca al Zar y se instaura la República de los Sóviets. Fue en memoria de estas mujeres, que dieron un paso al frente contra la opresión zarista, las mujeres trabajadoras rusas, por lo cual se instauró finalmente el día 8 de marzo como el Día Internacional de las Obreras.
Es importante señalar el hecho por el cual se declara este día. Este acontecimiento por muchas y muchos desconocido ha sido ocultado por la Historiografía oficial, la cual está al servicio de la clase dominante, por lo que se transmite una Historia de los explotadores: capitalistas y hombres todos ellos. Desde las organizaciones revolucionarias debemos luchar contra esta imposición promoviendo una Historia de las clases oprimidas al igual que una Historia de la Mujer. Son cientos los casos de mujeres cuya vida ha pasado a segundo plano en la Historia Oficial o, más aún, han sido completamente olvidadas. Recordemos a mujeres como María Pacheco, luchadora del siglo XVI que participó en la Guerra de las Comunidades de Castilla, científicas y biólogas como María Sybilla Merian, o M. Hildegardt, escritoras como Josefa Amar, Olympe de Gouges o Mary Wollstonecraft o revolucionarias de la talla de Sylvia Pankhurst, D. Ibarruri, , N. Krupskaia, A. Kollontai, R. Luxemburg, C. Zetkin y tantas otras cientos de ellas con o sin nombre, mujeres todas ellas que desafiaron el papel que la sociedad patriarcal de su época les tenía reservado.
En Castilla vivimos en una sociedad patriarcal, un sistema capaz de convivir íntegramente con el capitalismo: uno y otro se retroalimentan. La mujer sufre una discriminación en todos los terrenos: económico, social y familiar. Los roles de género relegan a la mujer y al hombre a un papel predeterminado en la sociedad.
En el terreno laboral, la mujer continúa cobrando sueldos inferiores al hombre. El capitalismo, aprovecha una fuerza de trabajo más barata para someterla a unas condiciones de trabajo aún peores que las del hombre. Los datos reflejan que, en Castilla, en el 2007, la diferencia salarial era del 19,5%. Además, la mujer sigue desempeñando mayoritariamente profesiones que se ajustan al ideal patriarcal de mujer.
La mujer tiene asignadas las tareas tanto en el exterior, con la venta de su fuerza de trabajo, como en el interior, con el desempeño de las tareas domésticas. Las mujeres trabajadoras sufren, por tanto, una doble explotación. Es notable la diferencia en el tiempo empleado para las tareas domésticas entre mujeres y hombres, tiempo que llega a doblarse en el caso de las mujeres con respecto al hombre.
Desde pequeñas/os, se nos inculcan unos valores y comportamientos que vienen determinados según nuestro sexo. De esta manera, la criatura asimila desde temprana edad cuál debe ser su lugar en la sociedad: el hombre debe ser independiente y debe ejercer su influencia dominante sobre la mujer, la cual debe ser mansa, pasiva, abnegada y totalmente dependiente del hombre. Además, la cultura y la ciencia están destinadas al hombre. La ignorancia y la fe ciega, a la mujer.
Los valores patriarcales se han implantado profundamente en la sociedad y por ello, lamentablemente, son frecuentes los casos de violencia machista. Con respecto a esta, es importante recordar que el pasado año 2008 se cerró con el escalofriante dato de 70 mujeres asesinadas por violencia machista en el Estado Español, de las cuales, 21 , se dieron en nuestro Pueblo. En 2007, se realizaron en Castilla 17.379 denuncias de malos tratos.
La crisis capitalista que se está dando, trae consigo un empeoramiento de las condiciones laborales de la clase trabajadora: reducción de salarios, despidos, disminución de derechos…lo que puede implicar, además, un aumento de enfermedades mentales o físicas entre la clase trabajadora así como un incremento de la violencia machista y las agresiones sexuales. Asimismo, si bien es cierto que la crisis agudizará la precarización de manera generalizada, será más patente el hecho de que el capitalismo nos explota y además, la trabajadora generalmente recibe un sueldo aún más bajo que el trabajador.
La lucha por una sociedad sin clases y la lucha por la emancipación de la mujer deben ir de la mano. Como la opresión se da por el hecho de ser mujeres u hombres pero también por ser trabajadoras y trabajadores, la lucha no puede ser interclasista. La mujer burguesa no tiene los mismos intereses que la mujer proletaria y por ello la lucha feminista va unida a la lucha de clase.
Desde Yesca, consideramos que la lucha en Castilla debe estar encaminada en tres frentes que se complementan entre sí: antipatriarcal, de liberación nacional y de clase. Estas luchas deben implicarnos a toda la juventud, mujeres y hombres, estudiantes, trabajadoras y trabajadores que vivimos en Castilla.
Castilla libre de patriarcado, la lucha antisexista es cosa de todas y todos