Otro año más, como cada 8 de marzo, nos sentimos en la obligación de lanzar un comunicado contra la explotación de la mujer, desde una perspectiva feminista de clase.
Para empezar, debemos señalar que las mujeres se encuentran en una realidad aversiva en la que, según gráficas que muestra AROPE, la tasa de pobreza ha aumentado notablemente, especialmente en el caso de las mujeres jóvenes de entre 16 y 29 años . Lo cual se suma a: la injusta persistencia de la brecha salarial (entendida como porcentaje adicional que cobran los hombres respecto a las mujeres), los techos de cristal (barreras invisibles que encuentran las mujeres durante su carrera profesional), las numerosas situaciones de acoso sexual sufridas por las mujeres en sus puestos de trabajo y unas cantidades ingentes de trabajo no pagado y no reconocido como es el caso de los cuidados.
Con “trabajo de cuidados” nos referimos a una cuestión que no es baladí, sino que ordena toda la vida social, pues hablamos de ese trabajo que recae frecuentemente en la mujer en relación con el cuidado de otras personas, así como a todo el trabajo no reconocido que se vuelca en lo doméstico – familiar, lo cual permite que otras tareas productivas sean llevadas a cabo. Esto último muchas veces tiene que ver con el llamado suelo pegajoso, referido a las dificultades que se encuentra la mujer para abandonar la esfera privada y acceder a la vida pública, siendo esto un problema para acceder al mercado laboral. En este punto cabe destacar la existencia de cadenas globales de cuidado, pues no son pocas las veces en las que la mujer blanca de clase media alta contrata a mujeres racializadas para que estas asuman los cuidados y el trabajo doméstico, por lo que la supuesta liberación de esas mujeres se realiza bajo la dominación de otras.
Por otro lado, no podemos pasar este 8 de marzo sin denunciar la explotación sexual que implica la prostitución y la pornografía, además de todo ese mercado aberrante que suponen los vientres de alquiler. Una realidad que evidencia la objetualización y dominación del cuerpo del conjunto de las mujeres y donde las condiciones de estas prácticas resultan inhumanas y ponen en riesgo la integridad de la persona. Además, señalamos como responsables de toda esta situación, no a las mujeres explotadas, sino a los que toman el poder de esclavizarlas y a los que consumen dicha explotación, en el caso de la prostitución: proxenetas y puteros.
Tampoco podíamos dejar pasar este día sin recordar a todas las estudiantes proletarias que se ven obligadas a trabajar para poder asumir las crecientes tasas en relación con los diferentes niveles de estudios, así como para hacer frente a los alquileres cada vez más altos o para cubrir las necesidades sociales básicas. Además, los trabajos a los que acceden suelen ser altamente precarios e incluso muchas de ellas son explotadas sexualmente.
Visto lo que nos rodea, parece innegable que la mujer trabajadora se encuentre en una situación desigual respecto del hombre, lo cual afecta frontalmente y de manera más abrupta a las mujeres proletarias, pues se encuentran en un contexto material marcado por un modo de producción capitalista, patriarcal y racista.
Por todo ello, queremos, no sólo reconocer lo que experimentamos, sino realizar una respuesta organizada contra todas las estructuras que sostienen la dominación de la mujer, por lo que hacemos un llamamiento a participar en las movilizaciones que durante todo el año trabajan por conseguirlo.
Ni capitalismo, ni patriarcado:
Contra la explotación de las mujeres, ¡feminismo de clase!