Hoy el calendario marca 8 de marzo. Ese día en que por arte de magia todxs somos feministas, y trabajadoras. Hoy salimos a la calle abanderando símbolos femeninos y colores morados. Hoy respetamos a nuestras compañeras, y nos respetamos. Hoy la calle es nuestra, el espacio político –en todos los sentidos- es nuestro. Hoy ocupamos ese diminuto espacio de apenas unas horas que el patriarcado parece haber llegado a cedernos, sin demasiada quejumbre.
La falta de resistencia que encontramos hoy, el ambiente amable, no es gratuito. La complacencia y autocomplacencia pasa necesariamente por que a media noche, agotado el espacio prefabricado para nuestro desahogo, acallemos al unísono nuestras voces, cual cenicientas ya desencantadas.
Pero sabemos que hemos estado ahí en las agendas políticas –las grandes, las que pesan y pisan-. Hemos estado ahí como sujeto de políticas infames, de recortes a-sociales y de pérdida de libertades. A nosotras también nos abaratan el despido y la contratación, nosotras también engrosamos las filas del paro. Nosotras tampoco tenemos acceso a una vivienda digna. A nosotras también nos quitan el derecho a una educación pública y de calidad, también nos quitan las becas. Nosotras tampoco decidimos sobre el futuro de nuestro pueblo, nuestra tierra también es invisibilizada. A nosotras nos quitan el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. A nosotras también nos convierten en jóvenes precarias. A nosotras también nos roban el futuro.
Pero somos luchadoras. No sabemos ni queremos callarnos. En el último tiempo hemos salido a la calle en mareas verdes, blancas o violeta, nos hemos jugado nuestro puesto en las huelgas, hemos sufrido y resistido la brutalidad policial y el acoso de su Estado de malestar. Hoy, sabemos de qué somos capaces.
Por eso es necesario que hoy no juguemos nuestro papel de cenicientas, que hoy no volvamos a nuestras urnas de cristal. Es nuestra responsabilidad hacer que hoy y todos los días se alce la voz del pueblo, que también es nuestra. Y ocupar codo con codo con nuestras compañeras y compañeros el espacio político que también es legítimamente nuestro: construyendo discurso, mundo y futuro.
En la organización y en la lucha, tanto como en la cotidianidad, se juega el resultado de nuestra batalla. Combate continuo al patriarcado, que además de oprimirnos, nos divide como clase trabajadora ninguneando y dejando fuera a toda una mitad. Es nuestra tarea que el silencio que esta noche inunde Castilla sea fingido, sea sólo un ensayo para que mañana la lucha estalle con más fuerza. Porque sólo un presente de lucha puede depararnos un futuro de esperanza.
Por un presente digno, y un futuro nuestro: ¡Compañeras a luchar!