Como cada año, el 25 de noviembre, día contra la violencia machista, nos pronunciamos contra la violencia sistemática recibida por el conjunto de las diversas mujeres y a favor de la construcción de una resistencia y movimiento feminista.
Consideramos que esa violencia percibida se manifiesta tanto en el ámbito público (en el trabajo, en la escuela, en la calle…), como en el privado (en las relaciones sexo-afectivas, en casa, en las relaciones de pareja…) y llevada a cabo de diversas formas: ya sea física, institucional, simbólica, económica, laboral, psicológica o sexualmente. Además, entendemos que todo ello se encuentra intrínsecamente ligado a un sistema patriarcal (en el que el hombre goza de privilegio respecto de la mujer), capitalista (donde la clase obrera se encuentra dominada por la burguesía) y racista (en el que se produce un rechazo y exclusión de las personas migrantes o racializadas, además de una imposición de la cultura eurocéntrica y occidental) que mercantiliza nuestros cuerpos, lo cual afecta directa y mayormente al conjunto de las mujeres obreras, cuyos cuerpos son convertidos en mercancía, siendo especialmente violentadas aquellas que se ven atravesadas por otras formas de opresión, ya sea por ser mujeres disidentes en cuanto a su orientación sexual o identidad de género (LGTB+), migrantes o racializadas, entre otras.
Dentro de las múltiples formas de opresión y mercantilización de los diversos cuerpos de las mujeres encontramos la prostitución, los vientres de alquiler o la industria pornográfica. Lo problemático de estos tres pilares no lo hallamos en las mujeres que se insertan en ellos, sino en los consumidores y los explotadores (mayoritariamente hombres), pues entendemos que es ahí donde se evidencia una de las mayores expresiones del intento de dominación de las mujeres, donde se omiten cualquier tipo de cuidado y consideración por el deseo o consentimiento de la mujer obrera, donde nuestros cuerpos se convierten en mercancía, donde se omiten nuestros derechos, donde se pone en juego nuestra salud en todo su espectro y donde los casos de trata y violencia indiscriminada son más que habituales. Por ello, rechazamos cualquier tipo de juicio moral sobre las putas y buscamos la abolición de cualquier tipo de explotación de la mujer, lo cual incluye la prostitución, los vientres de alquiler y la industria pornográfica mencionadas. Esto no significa que ignoremos otras formas de explotación, pues la mujer obrera, en tanto miembro de la clase trabajadora, se encuentra en una situación de desigualdad social sea cual sea su ocupación.
Por otro lado, queremos recalcar la existencia de otras muchas manifestaciones de la violencia que atentan contra nuestra integridad, desde los encuentros sexuales DO consentidos y/o deseados (violaciones) sufridos por nuestras parejas, amantes u hombres desconocidos, pasando por el chantaje emocional o económico (“Si no haces lo que yo como hombre deseo, es que no me quieres”, “si soy el que pago las cosas, debes hacer lo que yo quiera”), hasta todos los mencionados en el segundo párrafo (acoso en el trabajo por parte de compañeros o jefes, intimidación o humillaciones públicas y privadas…). Todo ello sin olvidar las agresiones más invisibilizadas y naturalizadas que se llevan a cabo en casi todos los espacios que habitamos, incluso en aquellos en los que deberíamos de sentirnos seguras.
Como último apunte, debemos señalar las diferencias existentes entre el campo-ciudad, pues en el olvidado y dominado mundo rural las mujeres nos hallamos doblemente invisibilizadas o aisladas y, por tanto, podemos considerarnos doblemente supervivientes.
Por todo ello, queremos evidenciar el gran potencial de la resistencia del conjunto de las mujeres y la capacidad de organización que tenemos para poder seguir construyendo un movimiento anticapitalista, antirracista y feminista, de la mano de la lucha LGTB+ y antifascista, por la liberación de nuestra clase obrera y de nuestros pueblos.
Contra la violencia machista,
Viva Castilla feminista.