La violencia contra las mujeres por razón de su sexo lleva siendo una pandemia desde antes de que las estadísticas comenzaran a registrarse.
El brote de COVID-19 y las consecuencias de las medidas restrictivas impuestas para controlarlo han supuesto un empuje estratégico para muchas mujeres a situaciones de vulnerabilidad y el progresivo incremento de violencia machista desde el fin de la pandemia lo pone en evidencia.
Durante el espacio de un mes en este año la violencia machista se ha cobrado 1 víctima cada dos días, un total de 70 víctimas. Los delitos contra la indemnidad sexual han crecido en el Estado un 27%, en los casos de violación y agresiones sexuales el incremento alcanza el 30%.
En el último año, solo en Castilla, el número de violaciones denunciadas hasta el día de hoy asciende a los 323 casos, el de feminicidios a los 17.
Esta realidad sin embargo ha venido acompañada de silencio, nula visibilización institucional y blanqueamiento del problema con mensajes negacionistas y despolitizadores, que tratan de enmascarar las relaciones de poder que la explican.
Es importante cuantificar la dimensión de la violencia sexual y las cifras son indicadores de violencia importantes pero no deberían ser imprescindibles para conseguir implicación y responsabilidades.
En ellas no se visualizan todas las agresiones que se cometen; muchas mujeres no pueden, no tienen capacidad para enfrentarse a procesos de denuncia o eligen no hacerlo; y esto también es un indicador de que: hay violencia que no se expone, que no se nombra y que deja de lado la voz de muchas otras mujeres.
Entendemos que esta violencia machista no es una fatalidad exclusiva de haber finalizado alarmas sanitarias ni de crisis económicas; no es un fallo temporal del sistema porque: la violencia forma parte del mismo; es la forma que tiene el poder patriarcal de ejercer control sobre las mujeres y perpetuarse.
Debemos politizar realidades sociales que tratan de ser naturalizadas, nuestro marco de definición de violencia está claro:
- La invisibilización de nuestra realidad.
- El acoso.
- Las agresiones verbales y psicológicas.
- La desigualdad de oportunidades y derechos reales pese a una legislación garantista per vacía.
- La trata de mujeres para abastecer el mercado esclavista de la prostitución -la industria pornográfica como mayor vía de educación sexual en los y las adolescentes-.
- Los vientres de alquiler.
Es legítimo la reapropiación de la violencia como forma de autodefensa feminista.
Desde aquí, este 25N llamamos más que nunca a las mujeres jóvenes de Castilla a organizarse y dar respuesta a todas estas formas de violencia contra las mujeres. A seguir combatiendo y organizándonos en la calle, en nuestros barrios y pueblos de Castilla.