Hoy es el día del orgullo LGBT+ y aunque estemos dentro de una situación extraordinaria, como es la que estamos viviendo actualmente, no hay que dejar de reivindicarlo ni visibilizar que cualquier persona, sea cual sea su orientación sexual y/o expresión de género, pueda vivir sin miedo y de una manera digna.
Vamos a desplazarnos al origen de este día de reivindicación en Stonewall. Hoy hace 51 años desde que, en 1969 en el pub Stonewall Inn (Manhattan, Nueva York) se iniciaran unas revueltas antipoliciales lideradas por Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, dos mujeres trans y drags, que fueron conocidas como las figuras que dieron comienzo al Orgullo. No hemos de olvidar los orígenes de este, con un claro componente de clase, con personas diversas e invisibilizadas y atacadas por la sociedad, que se levantaron ante la injusticia y constante represión.
Sin embargo, este no fue el único movimiento en el siglo XX que marcó unas bases en la lucha por los derechos LGBT+. En el Estado Español tenemos diferentes ejemplos, podemos hablar de la “la Manifestación de homosexuales y transexuales en Barcelona”, organizada en junio de 1977 por el Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) y activistas independientes, cuando todavía era ilegal. En nuestra tierra debemos hablar y rendir homenaje al Frente de Liberación Homosexual de Castilla, que convocó la primera manifestación del Orgullo en Madrid en 1978, llevando esta una clara línea crítica en contra de la Ley de Rehabilitación y Peligrosidad Social, que se usaba para criminalizar y reprimir constantemente a las personas del colectivo y de otros sectores que supusieran una disidencia.
Hemos avanzado, eso es cierto, a base de lucha popular y social, pero no podemos sino seguir hasta conseguir que tod@s vivamos libres y dignamente. Por desgracia, actualmente no es así en absoluto, tenemos el ejemplo de Polonia, donde las instituciones declaran sitios como zonas libres de “ideología LGBT+”, o las manifestaciones en contra del Orgullo dadas allí. Además, según datos del ILGA, en 70 Estados miembros de la ONU se sigilen penalizando los actos sexuales entre personas del mismo género (la pena de muerte se incluye en 11 de ellos), 32 Estados tienen leyes que restringen la libertad de expresión en cuestiones de orientación sexual e identidad de género y 41 Estados plantean barreras para la formación, el establecimiento o el registro de organizaciones relacionadas con la orientación sexual. Además, según el Observatorio contra la LGBTfobia del Estado Español, en 2019 se registraron 40 delitos de odio contra personas del colectivo. Estas agresiones son tanto verbales como físicas, y hay que recalcar que varias son por discriminación en el ámbito sanitario a personas trans (en cuanto al acceso a tratamientos hormonales o atención psicológica). A esto hay que añadir que hay cientos, o incluso miles de agresiones que no se registran y de las que, por desgracia, no tenemos datos concretos, pero de las que somos conscientes que acontecen prácticamente todos los días, de hecho, entre el 60% y el 90% de las víctimas de delitos motivados por sentimientos de odio no denuncian su caso.
Tampoco debemos olvidar el abandono del medio rural y la provincia castellana. De las cinco comunidades autónomas que nos dividen, únicamente Madrid posee una ley LGBT+ y Ley Trans. Castilla y León, Castilla-La Mancha, Cantabria y La Rioja son cuatro de las cinco únicas comunidades del Estado que ni siquiera reconocen nuestra existencia, y estamos hartas de ser proscritas. Este olvido y esta soledad, individual y colectiva, nos condenan al desarraigo, a sentirnos ajenos y ajenas a nuestra tierra, a nuestros pueblos, a nuestras ciudades, a sólo poder tener esperanza en emigrar para no volver, huir para sobrevivir y poder ser una misma, o negarse a uno mismo para acabar en una vida miserable. La injusticia del silencio es la sentencia a muerte de nuestras jóvenes LGBT+ del medio rural y provincial, y el camino directo a la despoblación. De aquellos barros, estos lodos.
La lucha por los derechos del colectivo LGBT+ es crítica y combativa, y querer separarla de sus raíces y desarrollo es lo que intenta el capital. No podemos caer en ello. Reivindicamos un Orgullo LGTB+ inclusivo, feminista, anticapitalista, antirracista y de clase, que no se cierre en las fronteras de la Villa de Madrid, que no sea una frívola fiesta para los urbanitas ricos y para mayor gloria de las empresas, que no vea mermado su potencial transformador, y sea capaz, por fin, de llegar a toda nuestra tierra para emancipar a todo castellano y castellana de la opresión del régimen cisheterosexual. En recuerdo de quienes quedaron en el camino por el silencio, la soledad, y la indiferencia de quienes vieron y toleraron nuestra condena, así como de todas las que salieron y salen todos los días a la calle como son, porque nuestro existir, es en sí mismo, revolucionario.
iVuestros armarios no caben en Castilla!