Castilla con la Bolivia indígena y trabajadora.

El 9 de octubre de 1967, en un pequeño pueblo de la selva boliviana, fue asesinado Ernesto “Che” Guevara, a manos de la CIA. El Che nos dejó un legado humano y político incalculable a la juventud revolucionaria de todo el planeta, especialmente valioso en lo que se refiere a “ser capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier lugar del mundo”. Con su asesinato, la CIA y los EEUU no sólo buscaban matar al hombre, si no cortar de raíz la lucha de liberación del pueblo boliviano, y del conjunto de pueblos de América y del planeta.

Más de 50 años después, Bolivia vuelve a ser escenario de la materialización concreta de la lucha de clases, de la lucha incansable de los pueblos frente a unas élites capitalistas cuya sed de poder, dinero, recursos y sangre no tiene fin.

Ya en los albores de la historia moderna, el imperio español clavó sus garras en las minas del Potosí, ricas en oro y plata. Con el paso de los siglos, los conquistadores españoles dieron paso a las multinacionales europeas y yanquis; el oro y la plata, al plomo y más recientemente el litio, material codiciado en la industria tecnológica y espacial, encarnada por multimillonarios promotores del ecofascismo como Elon Musk.

Cambiaron los explotadores y las materias primas, pero durante 500 años se han mantenido las mismas manos esclavas de los indígenas, fundamentales en el proceso de extracción.

Los pueblos indígenas de Bolivia, que siempre han conformado la clase de los explotados, de los nadie, de los sometidos a la esclavitud, bien sea por un plato de comida o bien por un salario de miseria, nunca han dejado de luchar contra sus explotadores y de buscar la liberación de su pueblo y de su clase. Su más importante victoria tuvo lugar en el año 2006, de la mano de Evo Morales y el Movimiento al Socialismo, que pusieron en marcha un proceso de transformación radical del Estado boliviano, pasando a ser una República Plurinacional y orientada a la construcción del socialismo.

Desde el minuto 1, el gobierno del MAS fue objetivo del rechazo frontal de todo el capitalismo occidental, que pronto se convirtió en agresiones sistemáticas a la soberanía del pueblo boliviano. Los que llevaban 500 años enriqueciéndose con la sangre y el sudor de los indígenas no iban a tolerar que estos ahora tomaran para el común sus recursos naturales.

El 10 de noviembre de 2019, se materializa el Golpe de Estado contra el gobierno popular de Evo Morales, que tuvo que exiliarse, y se instaura una salvaje dictadura militar de carácter colonial y ultra católico, que cuenta con la bendición de los Estados Unidos y sus gobiernos lacayos de América y Europa, incluido el Estado español. Parecía que los viejos explotadores habían vuelto a conseguir el control sobre los recursos bolivianos. Sin embargo, el pueblo indígena y trabajador respondió a las detenciones, a la violencia y asesinatos llenando las calles y carreteras de Bolivia, gracias a la rica organización social, política y sindical que se ha ido tejiendo en las últimas décadas.

Llegamos al 18 de octubre de 2020: primeras elecciones presidenciales después del Golpe. Pese a que el gobierno golpista ha puesto todos los medios para impedir que el pueblo boliviano pueda votar libremente, la victoria del MAS ha sido aplastante, obteniendo más de un 50% de los votos y casi superando su propio récord.

Si bien el pueblo boliviano ha alcanzado una importante victoria, no podemos ser ilusos. Los que llevan explotando aquellas tierras desde hace siglos no van a ceder tan fácilmente. Sin embargo, confiamos en que la lucha que se va a dar en los próximos años se decantará del lado del pueblo, porque ningún imperio podrá ser rival para los pueblos despiertos y organizados.

Desde la Castilla Comunera felicitamos y agradecemos a un pueblo hermano, por su victoria y por sus enseñanzas, que sin duda nos servirán para alcanzar nuestra propia liberación, para romper con este Régimen monárquico heredero de los conquistadores, para destruir este Estado español, cárcel de pueblos al servicio del capitalismo local e internacional, para establecer con todos los pueblos del mundo relaciones basadas en la solidaridad y el internacionalismo.

¡Jallalla Bolivia!