Contra la degradación de nuestros barrios, la juventud pasa a la acción. #SalDeLaRueda

Al inicio de la campaña “Juventud precaria, doblemente revolucionaria” hicimos hincapié en la crisis estructural que atraviesa el capitalismo occidental y en cómo se cargan sobre la clase trabajadora las consecuencias. Todo ello afecta de lleno a la juventud trabajadora, a sus condiciones de vida y a sus expectativas de futuro.

Nuestros barrios y pueblos no escapan a esta dinámica y se ven también afectados por un sistema que, lejos de intentar mejorar el bienestar social, contribuye a la degradación de los lugares que habitamos haciendo aún más complicada y miserable la vida de la clase trabajadora.

En el caso concreto de Castilla, esta degradación de los barrios y pueblos no es casual ni reciente, sino que tiene su origen en la configuración misma del proyecto españolista. Para que el Estado español pudiera configurarse y asentarse, era necesario vaciar Castilla y concentrar a su población en grandes ciudades como Madrid, facilitando así la acumulación de capital y centralizando todo el aparato del Estado. De esta forma, Madrid ha ido creciendo a pasos agigantados, mientras el resto del territorio castellano, principalmente las zonas rurales, ha perdido una gran parte de su población y han quedado totalmente olvidadas.

Muestra de ello es que esta provincia cuenta ya con una población de más de seis millones de habitantes, casi diez veces más que Toledo, la segunda provincia más poblada. La falta de oportunidades tanto formativas como laborales, así como la degradación y desaparición de servicios y recursos en numerosas regiones de nuestro territorio, hacen que la migración a zonas urbanas y, sobre todo, a la capital del Estado, sea la única opción para una gran mayoría de gente. De esta forma, nos encontramos con una sobrepoblación de los barrios de Madrid y los municipios que la rodean en detrimento del resto de zonas castellanas. Sin embargo, los cambios y problemáticas que atraviesa Madrid en la última década hacen que las condiciones de vida de sus habitantes hayan empeorado considerablemente, y hay poca expectativa de mejora dentro del sistema actual.

En las zonas rurales, por supuesto, las problemáticas son diferentes, pero no se pueden entender las unas sin las otras ya que ambas están vinculadas. El abandono de nuestros pueblos no es un fenómeno espontáneo sino que es el resultado de decisiones y acciones políticas para favorecer a las élites mientras empobrecen Castilla.

Si algo está claro, es que bajo el paraguas del capitalismo, representado por el régimen del 78, nuestra tierra nunca tendrá oportunidad de prosperar al ser una mera colonia de la que extraer todo tipo de recursos (culturales, humanos, energéticos, etc.) en beneficio de la metrópoli del reino. Solo alcanzando la soberanía de nuestro pueblo y logrando con ello que sea tomado como sujeto político con intereses propios, podremos garantizar un futuro para nuestras gentes.

Analicemos más detalladamente algunos de los problemas que están afectando a nuestros barrios y pueblos y cómo estos influyen en la juventud:

Turismo y gentrificación

El fin del capitalismo industrial y la llegada del mercado financiero se tradujo en el Estado español, tras la desaparición del Régimen franquista, en el desarrollo de una economía enfocada casi exclusivamente al turismo, desarticulando poco a poco la industria que quedaba y potenciando el sector terciario para atraer capital extranjero. Con el paso de los años, esto ha significado entender los núcleos urbanos como espacios de consumo para atraer turistas, nuevos residentes e inversiones, lo que ha provocado subidas
escandalosas del precio del suelo y procesos de gentrificación en muchos barrios. Ejemplo de ello es el alto volumen de empresarios latinoamericanos que han llegado a la capital madrileña en los últimos años, sobre todo a raíz de la pandemia, instalándose principalmente en el barrio Salamanca. El Estado español es la puerta de entrada para sus empresas y Madrid concentra el 70% de estas inversiones.

Esto, sumado a la pérdida progresiva de poder adquisitivo de la clase trabajadora, ha dado lugar a la expulsión de las familias de sus propios barrios, concentrándose en zonas periféricas completamente olvidadas por las instituciones. Sin embargo, esta desigualdad socioeconómica entre unas zonas y otras de las ciudades no es exclusiva de Madrid; por ejemplo, en Valladolid, el barrio más rico duplica en renta al más pobre. Pero como la globalización es un gigante que lo absorbe todo, estamos viendo cómo se dan procesos de gentrificación incluso en barrios históricamente obreros como Vallecas o Tetuán, con subidas del alquiler que dificultan que cada vez más personas puedan llegar a fin de mes.

El problema de la vivienda no es nuevo, pero ha empeorado notablemente en la última década debido a la crisis económica, la subida de precios, la proliferación de los fondos buitre y, cómo no, al aumento de los alquileres turísticos, y que nos dejan como consecuencia unas cifras de un 25% más de personas sin hogar que hace diez años.

Puesto que la ciudad está destinada al turismo, las únicas opciones de una gran parte de la juventud en el mercado laboral se encuentran en el comercio y la hostelería, con contratos precarios y temporales, falsos autónomos, excesos de jornada, etc. que dan lugar a que muchos jóvenes necesiten varios empleos para poder vivir.

Desmantelamiento de los servicios públicos

El Estado de Bienestar, cara amable del capitalismo occidental para mantener un cierto grado de paz social entre la ciudadanía, se está desmoronando sin remedio, dando paso a un neoliberalismo feroz al estilo de Estados Unidos. Tras los continuos recortes en los presupuestos, ha llegado para quedarse la gestión privada con fondos públicos de los servicios esenciales, siguiente paso para la privatización total de los servicios sociales básicos.

Esta tendencia privatizadora podemos observarla en multitud de sectores: educación, servicios sociales (en su sentido restringido), transporte, sistema de pensiones… Pero, sin duda, el golpe más evidente se ha producido en la sanidad. El completo abandono de la sanidad pública, acentuado a raíz de la pandemia del COVID-19, está teniendo consecuencias nefastas que, como siempre, paga la clase trabajadora. No olvidamos a los más de 7.000 ancianos que murieron en las residencias durante la primera ola del
COVID-19 por no ser atendidos, como tampoco olvidamos el continuo cierre de centros de salud en pueblos y ciudades, ni el completo abandono de los hospitales públicos para construir nuevos centros y dejarlos en manos privadas. Nos están matando, y la solución no pasa por pedir el voto a uno u otro partido, ni se trata de un problema focalizado en determinadas provincias.

La acelerada privatización de servicios, solo lo podemos revertir a través de la organización y la lucha, como estamos viendo ya en muchas partes de Castilla y en otros pueblos, para favorecer la construcción de un movimiento popular fuerte y unitario capaz de generar cambios reales que permitan acabar con el sistema capitalista.

Ocio juvenil

El sistema económico capitalista afecta en todas las esferas de la vida y el tiempo libre no podía ser menos. La mayoría de propuestas de ocio giran en torno al consumo masivo de experiencias y la mercantilización, lo cual está estrechamente relacionado con la problemática del turismo y la gentrificación.

Poniendo el foco en la juventud trabajadora, las propuestas de ocio saludable a las que tenemos acceso en nuestro día a día son escasas al margen del mercado. A consecuencia de ello, nos encontramos con la presencia de distintas dinámicas en nuestros barrios y pueblos que contribuyen a su degradación y que afectan principalmente a la juventud, como son el consumo de drogas y el negocio de las salas de apuestas. Todo esto no se podría entender sin el capitalismo y la explotación a la que este sistema somete a la clase trabajadora.

El negocio de las salas de juego se presenta como una forma “fácil y segura” de ganar dinero, pero al igual que en el propio sistema, siempre gana la banca. El juego de azar está diseñado para crear adicción y obtener así la máxima rentabilidad, y la juventud están cayendo de lleno en esta trampa. El número de salas de apuestas ha crecido considerablemente en los últimos años, solo en la ciudad de Madrid hay más de 400 salas de juego, lo que supone un ratio de 13 establecimientos por cada 100.000 habitantes.

Los establecimientos físicos sólo representan la punta del iceberg y se han venido utilizando como gancho hacia el gran negocio de las apuestas y juego online, que a raíz de la pandemia de COVID-19 ha visto cómo aumentaban los usuarios. Esta modalidad online es utilizada principalmente por los sectores más jóvenes (entre 18 y 45 años) y en especial por hombres (sólo el 16% son mujeres).

En los últimos años, gracias a la publicidad constante y a la modalidad online, el número de jóvenes que recurren a esta actividad ha aumentado y cada vez se comienza a edades más tempranas. Las asociaciones contra la ludopatía advierten de que ya hay jóvenes que comienzan a apostar entre los 15 y 17 años. Además el tiempo para sufrir adicción se ha visto reducido de años a apenas unos meses.

Todo esto tiene consecuencias negativas no solo para la persona que sufre adicción, sino para todo su entorno. En respuesta a ello, han surgido plataformas de vecinas organizadas para luchar contra esta lacra social basadas en dar respuestas directas y en la concienciación de lo que estos espacios suponen.

El consumo de drogas y el narcotráfico, por otro lado, no son fenómenos novedosos ni mucho menos, pero continúan afectando a la convivencia de nuestros barrios y pueblos y, sobre todo, a la población joven, que busca en este tipo de ocio entretenimiento y desinhibición ante los problemas personales y sociales a los que se enfrentan en su día a día. El consumo de drogas continúa influyendo negativamente en la salud mental de muchos jóvenes, problema que ya de por sí va en aumento cada año, con un 47% más de menores con trastornos de salud mental tras la pandemia.

Delincuencia juvenil

Otro de los grandes problemas que se ha incrementado en los últimos años de crisis es el de las bandas juveniles. Solo en el año 2022, en Madrid 6 adolescentes fueron asesinados, dos de ellos con 15 años. Asociado a estas bandas encontramos también el narcotráfico y el proxenetismo.

Desde Yesca se han venido realizando campañas para concienciar acerca del peligro que estos grupos representan tanto para la convivencia vecinal como para la propia juventud que los integran. Somos conscientes de que las causas que llevan a la juventud a participar en estos espacios son muy amplias, aunque sin duda, están supeditadas todas ellas a las condiciones que crea el capitalismo para las clases populares. La precariedad, el racismo y la discriminación empujan a parte de la juventud a estos espacios donde encuentran cierta sensación de pertenencia generándose así una identidad colectiva.

Hacer frente a ese tipo de práctica y señalarla, lejos de seguir el juego a la derecha y su discurso clasista y racista, es dar la batalla por el relato y luchar por mejorar las condiciones del conjunto de la clase trabajadora.

Frente a los distintos problemas que nos afectan a la juventud trabajadora, desde Yesca consideramos imprescindible seguir trabajando por crear una conciencia crítica y demostrar la importancia de la organización política, que la juventud castellana alce la voz y deje a un lado la pasividad ante los problemas que la rodean.