Comunicado de Mujeres Castellanas ante el 25N.
El feminismo abolicionista está convocando a las manifestaciones del 25-N con el lema “El machismo mata, viola, explota y borra a las mujeres. Contra el negacionismo de la violencia machista, contra la rebaja de las penas a violadores”.
Estamos viviendo un cambio de época, una encrucijada que nos lleva a tener la sensación de un retorno a tiempos pasados, en la medida que son puestos en cuestión derechos trabajosamente conquistados por el movimiento feminista. Las aspiraciones feministas no solo encuentran viva resistencia entre las fuerzas más conservadoras, sino que están siendo objeto de una virulenta reacción por parte de la pseudoizquierda. Amelia Valcárcel dice que “todo cambio de época conlleva una nueva definición del semblante de la mujer, un esfuerzo sostenido por reconducir las mujeres a nuevas servidumbres y desarticular su movimiento histórico”.
La opresión estructural de la mujer siempre ha sido funcional al capitalismo. La propia construcción y sometimiento del proletariado fue inseparable de la violenta construcción de una esfera privada donde recluir a la mujer, adscrita a los cuidados y a la reproducción de la fuerza de trabajo. El feminismo lleva siglos combatiendo esa opresión y cuánto esta conlleva. El capitalismo global ha encontrado grandes fuentes de negocio en la explotación de la mujer, no solo en términos laborales, sino en la mercantilización de su cuerpo: a través de la prostitución, la pornografía o los vientres de alquiler. Pero pretende ir más lejos aún, un nuevo orden social, sometido al dictado de las grandes corporaciones y a las ideas transhumanistas. Y eso implica fuertes jerarquías e individualismo exacerbado. Con una izquierda neoliberal hoy por hoy desnortada, la resistencia feminista es uno de los grandes obstáculos a batir.
Ser mujer no es un sentimiento, sino pura desigualdad; la violencia la sufrimos las mujeres, no el género. Violencia sexual, feminicidio, crímenes de honor, mutilación genital, prostitución, etc. El patriarcado con sangre entra. En estos momentos asistimos a un fenómeno mediático perverso. El capitalismo y el patriarcado, en esta fase decadente en que se encuentran, necesitan impedir que el pensamiento racional y la información veraz aflore y llegue a la opinión pública. Es por ello que los medios referenciales del capitalismo a nivel global son cada vez más parciales en la información, censurando todo aquello que no les interesa que se conozca y convirtiéndose en auténticas máquinas de lavar cerebros. Esto afecta en todos los campos, pero especialmente al tratamiento dado al feminismo abolicionista, a sus movilizaciones y a los actos que promueve.
Las feministas que nos oponemos a las teorías queer, y su máxima expresión a través de las leyes trans, estamos siendo hostigadas desde los medios de comunicación hasta las propias filas de la pseudoizquierda y del mal llamado feminismo que representan, bajo la acusación de compartir discurso con la extrema derecha. Todo lo contrario: es el transgenerismo queer quien iguala el discurso con la derecha más retrógrada. Es su viva imagen. La extrema derecha dice que hay niños y niñas, y que a cada sexo le corresponden determinados gustos, características, modos de comportarse, etc., a los que deben amoldarse. El transgenerismo nos dice que tales comportamientos y gustos constituyen identidades sexuales que a veces se materializan sobre cuerpos equivocados. Ambos reproducen los estereotipos que las feministas llevamos combatiendo desde hace tres siglos.
En lugar de cuestionar los estereotipos y las imposiciones culturales, el transgenerismo cuestiona los cuerpos de niñas y niños. ¿Nadie se sorprende de que en países donde los derechos de las mujeres no existen se aprueben legislaciones transgeneristas? ¿No será acaso porque hay familias que prefieran “corregir”, a base de hormonas y bisturí, antes que aceptar un hijo gay o una hija lesbiana?
Para dificultar la construcción de teoría y práctica revolucionaria coherente, cuentan entre sus herramientas ideológico-culturales con la denominada “teoría queer”, que de forma falsaria pretende erigirse como doctrina de los “auténticos defensores” del movimiento trans y, por extensión, del movimiento LGTBI. Teoría que rechazamos, por ser totalmente reaccionaria, neoliberal y confluyente con los intereses ideológicos del patriarcado y del imperialismo. La teoría queer no solo es acientífica e irracional en lo teórico, sino también sectaria, excluyente y protofascista en lo práctico.
“La negación del sexo biológico es algo tan oscurantista como el creacionismo o el terraplanismo”. Pero sus consecuencias jurídicas y sociales son enormes, siendo aún más nocivas que el negacionismo de la violencia machista. Todos los avances legislativos en favor de la igualdad y a favor de los derechos de gays, lesbianas y bisexuales se basan en el reconocimiento del sexo y de la eliminación de los estereotipos a él asociados. Negar que el sexo es la base de la discriminación que sufrimos las mujeres es negar que el patriarcado es la estructura que nos oprime.
Cuando decimos que la mal llamada izquierda no representa al feminismo ni a las mujeres no solo lo decimos por su cruzada con las teorías queer, sino por toda la política antifeminista que defiende. En el año 2021 uno de sus lemas para reivindicar el 8 de marzo fue “Cuidar, amar, criar”; ningún otro lema podría reflejar mejor la vuelta a los estereotipos machistas sobre las funciones de las mujeres. Pero no acaba ahí la cosa. Reiteradamente hablan de que en España hay 47 millones de feminismos diferentes (aquí incluyen también al de Abascal, Olona y compañía, a los asesinos de mujeres, a los maltratadores, a los violadores, a los proxenetas y los negacionistas de la violencia machista); si todo vale, nada cuenta. Pretenden quitarle fuerza al feminismo, que es la teoría y práctica sociopolítica que lucha por la abolición de todos los sistemas que mantienen a las mujeres en una posición de subordinación.
“47 millones de formas de decir feminismo” parece más un lema ideado por la extrema derecha que por un Ministerio de Igualdad. No es la primera vez que se promueve la atomización del movimiento feminista: primero se puso en duda que el sujeto político del feminismo fuésemos las mujeres; luego vinieron las acusaciones a las llamadas “mujeres blancas occidentales” de ser culpables de todos los males; después, que el feminismo tenía que ser de colores, u organizado por etnias y religiones en vez de universalista; luego se le exigió al feminismo que fuera antirracista, que se ocupara de los derechos LGTBI, de la paz mundial y de otras causas. Es al único movimiento al que se le exige que renuncie a su propia agenda para asumir la agenda de otros colectivos y sectores de la población. Lo último que se nos demanda es que no seamos punitivistas frente a las rebajas de penas a violadores y maltratadores, así como que aceptemos que no se castigue a los puteros a cambio de educación, pero a su vez defienden que se castigue más por agredir a un animal que a la pareja, como recoge el proyecto de ley contra el maltrato animal. No les importa la revictimización de las mujeres agredidas y asesinadas.
El último ataque que sufrimos las mujeres tiene que ver con la entrada en vigor de la Ley del “Solo sí es sí”, donde se permite la rebaja de penas a los agresores sexuales. Lo que está pasando con la Ley ya lo advirtieron las feministas abolicionistas, la Asociación de Mujeres Juristas y el Consejo General del Poder Judicial, pero el Ministerio de Igualdad y los partidos de pseudoizquierda han desoído insistentemente esas voces. Lo mismo ocurre con la Ley Trans. Véase el paralelismo: después de 3 años de la mayor movilización feminista contra la violencia hacia las mujeres, resulta que “el gol” al movimiento feminista nos lo ha metido el Ministerio -mal llamado- de Igualdad. Eso no iba a pasar, no iba a haber ni una sola rebaja de pena, decía Irene Montero. Cuando se demuestra el error, la culpa es de todos, menos de ellas.
Y mientras tanto, no debemos olvidar que en el Estado español 76 mujeres han sido asesinadas en lo que va de año y que cada día son violadas 6 mujeres, lo que significa una violación cada cuatro horas. Mientras unos nos niegan y otros dejan de nombrarnos, la violencia contra las mujeres no deja de aumentar. Nunca habíamos estado en cifras tan elevadas y no solo en número; el patriarcado sigue creando nuevas formas de agredirnos: violencia vicaria, manadas, sumisión química, pinchazos, etc.
El movimiento feminista, el movimiento popular, no pueden ser reflejo ni continuidad de lo que representan los llamados partidos políticos progresistas en este país. La falta de perspectiva estratégica, la pérdida de referencia en la lucha de clases y en el feminismo, las derivas populistas… han llevado a esta izquierda a encandilarse con la retórica transgresora y disruptiva de fenómenos más cercanos a la descomposición ideológica que a cualquier forma de lucha contra la injusticia. Pero ninguna performance acabará con el patriarcado, ni logrará rebasar al capitalismo. La mayoría de sectores sociales, de las mujeres que se identifican con la izquierda y con el feminismo deben asumir una agenda propia y realmente coherente, basada en análisis objetivos sobre la realidad social y material en que vivimos. No olvidemos que la agenda feminista abolicionista es profundamente revolucionaria. No habrá progreso social duradero si esa agenda no triunfa. No puede haber una sociedad democrática avanzada coexistiendo con la esclavitud sexual, la normalización de la violencia sobre las mujeres, la explotación reproductiva o el borrado de las mujeres. Pero ello debe ir acompañado de un proceso de organización feminista abolicionista, de concienciación, de estudio y lucha. Nuestra tarea principal es, por tanto, impulsar ese proceso, mientras que la del patriarcado, el capitalismo, el Régimen del 78 y sus secuaces pasa por impedirlo.
Este 25 de noviembre acude a las manifestaciones abolicionistas, con las plataformas abolicionistas.