Desde la juventud castellana revolucionaria hemos querido estar presentes hoy aquí para rendir homenaje al que consideramos uno de los mayores exponentes de organización, compromiso y lealtad con el pueblo: el ejército comunero que desafió hace 5 siglos a uno de los mayores imperios de la historia. En estos tiempos marcados por el individualismo y la falta de referentes colectivos para la juventud, nos parece fundamental recuperar la memoria de aquellos que defendieron con las armas las libertades del pueblo castellano y, en definitiva, los derechos de la comunidad.
Sabemos que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Ya fuera hace 500 años cuando el ejército comunero luchó contra la tiranía de Carlos V, u hoy día, en el que la clase obrera lucha contra la opresión de las oligarquías económicas y sus diferentes representantes. A cada intento en la historia de emancipación por parte de las clases desposeídas, las clases dominantes han respondido con el terror, la violencia y la represión. Ante esta represión y tras el transcurso de los siglos, la autodefensa siempre estará legitimada como arma para luchar contra los opresores. No podemos ni debemos permitir que los opresores ataquen y repriman con violencia toda lucha que reivindique derechos para el pueblo, para ello debemos alejarnos de movimientos pacifistas que poco han aportado al avance de la historia, más bien al contrario, teniendo estos por norma general un carácter reaccionario. Porque la lucha consigue la justicia social, porque la lucha es el único camino.
El ejército comunero puso en jaque a uno de los mayores imperios de la historia, llevando a cabo la que, según Carlos Marx, fue la primera revolución moderna de Europa y la única “seria” en el contexto del proto-estado español. De haber triunfado, se hubiera desarrollado un proyecto nacional totalmente antagónico al español, en el que con toda probabilidad la política colonialista –interna y externa- hubiera sido muy diferente, pudiendo haberse tejido relaciones libres y de igual a igual entre los pueblos peninsulares, los de América y los del resto del mundo, que, sin embargo, el triunfo del imperio convirtió en miseria, enfrentamientos y explotación para unos y otros, en mayor o menor medida.
De entre todos los héroes y heroínas de la Guerra de las Comunidades de Castilla, desde la juventud siempre hemos tenido especial interés por el estudio y reivindicación de la figura de María Pacheco, como símbolo de mujer empoderada que, en pleno siglo XVI, con una situación de analfabetismo, indefensión y desigualdad mayoritaria entre las mujeres castellanas de la época, ella llegó a comandar con gran acierto a las tropas comuneras de Toledo, siendo la última ciudad en capitular frente al ejército imperial. A día de hoy seguimos luchando para que su memoria como mujer libre y comunera se vea reflejada en su ciudad, pero, como de costumbre, las instituciones del Régimen están haciendo lo posible por enterrarla en el vertedero de la historia. Las comuneras del siglo XXI no lo vamos a permitir.
Para desgracia de quienes niegan la realidad nacional castellana, o afirman que las ideas comuneras son cosa del pasado, la historia reciente nos ha demostrado que este hilo morado de la historia sigue vivo y goza de muy buena salud: desde los enfrentamientos con la Guardia Civil en los 70 para recuperar la celebración de nuestro día nacional, la lucha contra el narcotráfico en el barrio de Pajarillos, la defensa de las fiestas populares de San Juan o de la Karmela en Vallekas, la descomunal respuesta del antifascismo madrileño tras el asesinato de Carlos Palomino, el muro humano que defendió a Alfon de la detención y la posterior solidaridad que trascendió fronteras, la intensa lucha por defender nuestros servicios públicos, la contundente defensa de nuestros barrios y pueblos por parte de los colPorque fueron, somos.ectivos juveniles, feministas y antifascistas. El contexto histórico ha cambiado y las armas también, pero con los hechos empíricos en la mano, nadie puede negar que el pueblo castellano es un pueblo vivo, organizado y combativo.
No tenemos más que palabras de agradecimiento para todos y todas aquellas que, empuñando las armas, se enfrentaron a todo un imperio, anteponiendo siempre los derechos y libertades del pueblo a sus propios intereses y privilegios individuales. Que esta moral sirva de inspiración para el ejército comunero del s. XXI, que ya cabalga firme con el objetivo, una vez más, de derrocar a un Régimen monárquico, tirano y corrupto.
Porque fueron, somos.
Viva la memoria del ejército comunero.
Viva la justa lucha de los pueblos.
Viva Castilla Libre y Comunera