La casa o la vida.

El acceso a una vivienda digna se ha convertido en toda una odisea para la inmensa mayoría de la juventud trabajadora. Como jóvenes vivimos con angustia la dificultad para independizarnos debido a la suma de trabajos precarios y la especulación de la vivienda por fondos de inversión y rentistas sin escrúpulos cuyo único objetivo es exprimirnos todo lo posible para aumentar su beneficio económico.

El problema de la vivienda no es nuevo, pero ha empeorado notablemente en la última década debido a la crisis económica, la subida de precios, la proliferación de los fondos buitre y, cómo no, al aumento de los alquileres turísticos, lo que nos deja como consecuencia cifras de un 25% más de personas sin hogar que hace diez años.

Las grandes ciudades están cada vez más orientadas al turismo, por lo que para una gran parte de la juventud las únicas opciones en el mercado laboral se encuentran en el comercio y la hostelería, lo que conlleva contratos precarios y temporales, falsos autónomos, excesos de jornada, etc. que dan lugar a que muchos jóvenes necesiten varios empleos para poder vivir. 

En el año 2023, de media, la juventud se veía obligada a destinar hasta el 94% de su salario para pagar un alquiler, eso sin tener en cuenta los gastos asociados de suministros, provocando que el 83,7% de los jóvenes no podamos acceder a una vivienda y que la edad media de emancipación esté en los 30 años, convirtiéndose así el Estado español en uno de los lugares de Europa donde la emancipación es más tardía, afectando con ello a todos nuestros proyectos de vida. 

El alquiler supone una de las principales causas de empobrecimiento, especialmente entre la juventud trabajadora. En la última década el precio del alquiler ha aumentado un 77%, mientras que los salarios solo han aumentado un 33%. Esto provoca un enriquecimiento de los propietarios a costa de la miseria de quienes no lo son, aumentando así la desigualdad. La renta de los propietarios es casi un 40% mayor que la de quienes no lo son. 

Además, el elevado precio para la adquisición de una vivienda ha supuesto un crecimiento en el número de inquilinos frente al de propietarios, pasando del 11% en 2011 al 19% en 2020.

La mercantilización de la vivienda y su creciente rentabilidad para los rentistas ha provocado un aumento en las inversiones de grandes empresas y fondos buitre, quienes tienen la capacidad de adquirirlas al contado en grandes cantidades para especular y controlar dicho mercado. Por poner un ejemplo, en Madrid hasta el 23,2% de las viviendas en alquiler pertenecen a empresas con más de 50 propiedades. 

Asociado a ello está la proliferación de alquileres turísticos, de temporada y por habitaciones con un aumento del 40% en los últimos años y con la ventaja de no estar regulados a nivel legal lo que permite a los propietarios tener a sus inquilinos a su merced y a la del mercado. 

Todo ello provoca que nos veamos expulsados de nuestros barrios y ciudades debido a fuertes procesos de gentrificación que hacen que la vida en estas zonas sea imposible.

Lo expuesto anteriormente no son más que algunos datos de la compleja situación en la que se encuentra la vivienda en nuestro territorio. La Ley de Vivienda, aprobada hace un año por el Gobierno “de progreso”, sólo es un parche incapaz de limitar la especulación inmobiliaria tan provechosa para unos pocos dentro del capitalismo financiero en el que nos encontramos y que, además, resulta útil – aunque cada vez menos – para lavar la imagen del gobierno. Tampoco podemos quedarnos en la simple denuncia hacia la problemática de la vivienda de forma aislada, pues el aumento de los precios es una práctica que se ha generalizado en todos los productos en los últimos años y que ha generado una carestía de la vida que ahoga a la clase trabajadora mientras los ricos acumulan cada vez más capital

La crisis capitalista en la que nos encontramos, donde la privatización de los servicios se abre paso y los Estados occidentales nos conducen hacia la guerra global, destinando cada vez más recursos a ella, nos lleva a pensar que las condiciones de vida de la clase trabajadora se van a ver cada vez más deterioradas. Mientras tanto, se vuelve a poner en marcha la maquinaria de la propaganda para señalar falsos enemigos que desvíen el foco de los verdaderos culpables de esta situación.

La solución al problema de la vivienda no pasa por exigir medidas al Gobierno de turno porque éste nunca va a ir a la raíz del conflicto, puesto que supondría cuestionar y hacer tambalear el sistema capitalista en sí mismo, por lo que en el mejor de los casos se dedican a implantar medidas superficiales que nos hagan conformarnos con migajas mientras los especuladores siguen enriqueciéndose a nuestra costa.

Desde Yesca seguimos creyendo que la mejor forma de abordar este y todos los problemas que afectan a nuestra clase es mediante la construcción de un movimiento popular que unifique todas las luchas y apunte directamente a una ruptura del Régimen del 78 porque este proyecto y su continuidad es la garantía para la pervivencia del capitalismo y por lo tanto para la opresión de la clase trabajadora. Lejos de la mentalidad derrotista que nos intentan imponer, cada vez vemos más ejemplos de organización política y popular en nuestros barrios y pueblos que nos acercan a ese frente amplio por el que los comuneros y comuneras trabajamos.

¡FUERA ESPECULADORES DE NUESTROS BARRIOS!