Nuestro cuerpo, nuestras normas: no somos mercancía.

Parece mentira que las jóvenes del Siglo XXI sigamos reclamando lo que ya hacían nuestras antecesoras del movimiento feminista: libertad para decidir sobre nuestro cuerpo, sobre nuestros úteros y sobre nuestras vaginas.

Pero lejos de ser mentira es, cuanto menos, necesario, porque el neoliberalismo y el poder capitalista y patriarcal sigue abusando y explotando de nosotras de las maneras que más ferozmente pueden. Y nuestro cuerpo, y los derechos sexuales y reproductivos que deberíamos tener reconocidos y garantizados son continuamente violados y cuestionados. Como también son cuestionadas nuestras libertades sexuales e identidades de género, imponiendonos un canon heterocispatriarcal, asignandonos un rol de hombre y mujer con masculinidad definida y feminidad respectivamente.

Parece que en determinados pueblos, el poder del patriarcado no es el mismo como en aquellos en los que se sigue realizando la ablación femenina. Sin embargo, el poder patriarcal solo va adaptándose al sistema para mantener la forma de opresión. Y nosotras, jóvenes castellanas, nacemos y crecemos entre estereotipos y roles de género que nos hacen vestir de maneras determinadas, nos hacen sentir de formas femeninas y nos hacen creer de qué forma debemos pensar, querer y sentir que está bien o que está mal.

Entre lo que está bien intentan vendernos lo que es propio de una mujer: ser madres y formar parejas heterosexuales y familias tradicionales, de la forma que al sistema le conviene. Nosotras somos conscientes de que el capitalismo nos utiliza como instrumento reproductor de la fuerza de trabajo y que, para ello, controlar la sexualidad de la mujer es fundamental. Por ello, también somos conscientes que tenemos que enfrentar todos los intentos de control sobre nuestros cuerpos y reclamar libertad total sobre nuestras decisiones.

Aquí entra en juego un derecho que deberíamos tener reconocido: abortos libres, gratuitos y seguros. Hemos pasado aquel proyecto ultraconservador de ley que prohibía el aborto, pero aún hoy se mantiene la infantilización de las jóvenes de los 16 a los 18 años que deben contar con la aprobación de un tutor o tutora para poder interrumpir el embarazo, cuando sí pueden decidir sobre otras consultas médicas independientemente.

De aquí, pasamos a otro peligro que vulnera nuestros derechos: los vientres de alquiler, que funcionan como un mecanismo más de control de la sexualidad y de la reproducción de las mujeres, dejando de ser nosotras, en primer término, quien tomamos las decisiones sobre la maternidad.

El poder capitalista y patriarcal no va a parar de intentar violar nuestros derechos hasta que nosotras mismas nos levantemos juntas contra ellos. Por eso, hoy 28 de septiembre, día internacional por los derechos sexuales y reproductivos y por la despenalización del aborto, pero también mañana, y cada día de nuestras vidas debemos enfrentarnos a ellos y recordar: Nuestro cuerpo, nuestro coño, nuestras normas.

¡Ni somos vasijas ni mercancías!