En 2020, el número de personas en riesgo de pobreza era del 26,4%; en el caso de la juventud, la cifra ascendía a 33%. Actualmente, con una tasa de inflación exageradamente superior y un conflicto internacional en escalada, la situación no se presenta favorable. La pandemia de la COVID-19 y su gestión por parte de los gobiernos occidentales hicieron mella en la economía de muchos hogares, multiplicándose por cuatro las demandas de ayuda social en los meses posteriores a la desescalada en el Estado español. Si bien una pandemia es casi imposible de evitar, sí se pueden paliar sus efectos a medio y largo plazo con una gestión adecuada por parte del Estado y las Administraciones públicas.
Ya en 2021, con un mercado que aparentemente comenzaba a rodar, pudimos ver cómo entrábamos de lleno en una crisis a largo plazo que, como siempre, pondría el peso de sus consecuencias en la clase trabajadora. Históricamente, el sistema capitalista ha resuelto sus crisis más profundas a través de la guerra y, como hemos visto, esta vez no ha sido una excepción. La OTAN, brazo armado del capitalismo occidental con EEUU a la cabeza, alimenta la guerra como salida desesperada ante la recesión económica que se aproxima, la pérdida de poder frente a China y el desmembramiento de los Estados de Bienestar europeos.
En el Estado español, la inflación alcanzaba su cifra más alta en julio de este año, con un 10,8% de aumento del IPC. El encarecimiento de los productos más básicos ha supuesto un duro golpe para las familias, que cada vez se encuentran con más dificultades para afrontar los gastos mensuales. Tener empleo ya no nos asegura poder cubrir nuestras necesidades básicas y, en el caso de la juventud, la situación se torna más complicada. No sólo nos enfrentamos a unas cifras de paro mucho más altas que el resto de la población, sino que la inestabilidad y la precariedad de los contratos reducen enormemente nuestra solvencia económica, lo que a su vez dificulta que podamos emanciparnos y construir un proyecto de vida más allá de compartir piso con varias personas. Esto se hace especialmente notable en grandes ciudades como Madrid, donde el precio del alquiler alcanza niveles desorbitados. Además, se está viendo un gran aumento de la necesidad de pedir ayuda a centros asistenciales, con el doble de usuarios de entre 16 y 30 años que hace un año, siendo cerca de 200.000 jóvenes pidiendo ayuda por su situación socioeconómica.
A toda esta situación de inestabilidad y de aumento de la precariedad, se le suma el desmantelamiento de los servicios públicos que lleva produciéndose desde hace ya varios años, con la privatización de los servicios esenciales, el desmantelamiento del sistema público de pensiones, el cierre de los SUAPs en Madrid, el cierre de centros educativos y de salud en los pueblos, etc. Ante esto, el Gobierno “de progreso”, lejos de intentar revertir esta situación de precariedad, se dedica a hacer seguidismo de EEUU y Bruselas, presentando unos presupuestos de Estado que incrementan el gasto de Defensa en un 26%, enviando armas a Ucrania o cediendo las bases de Toledo y Zaragoza para la instrucción de militares ucranianos, entre otras perlas. Nos están metiendo de lleno en una guerra suicida mientras la clase trabajadora sufre cada vez más las consecuencias de la crisis capitalista y las políticas de bloqueo a Rusia.
Es importante mencionar también el aumento de la explotación y violencia que sufrimos las mujeres en este contexto de conflicto internacional. Como ejemplo de ello tenemos a las mafias de trata buscando víctimas en la frontera de Ucrania o el exponencial aumento del consumo de pornografía relacionado con la guerra en este país, por no hablar de cómo los Gobiernos occidentales están financiando a un Estado que comercializa con el cuerpo de las mujeres con bajos recursos económicos, siendo el centro europeo de la “industria” de los vientres de alquiler y de la prostitución infantil.
En el caso del Estado español, nos encontramos con un negacionismo de la violencia machista cada vez mayor. Por un lado, tenemos la normalización de conductas violentas y de control entre una gran parte de la población joven. Por otra parte, políticas conservadoras como las de VOX, que niegan la violencia machista y utilizan pins parentales para eliminar la coeducación de nuestras aulas. Y, por último, con políticas por parte del Gobierno “de progreso” y el Ministerio “de igualdad” basadas en teorías individualistas y neoliberales que defienden la libre elección del género, como si este no fuera una imposición más del sistema patriarcal, sino una elección que hacemos en la construcción de nuestra identidad personal. Si algo tienen en común las ideologías conservadoras y neoliberales, es el retroceso de los derechos de las mujeres y la voluntad de destruir el movimiento feminista.
Desde hace meses, se están produciendo movilizaciones masivas en ciudades de toda Europa defendiendo la salida de la OTAN y la UE, muchas de ellas impulsadas por la extrema derecha. Ante una socialdemocracia guerrerista y en decadencia, el fascismo se presenta como única vía para implantar el orden en un sistema que se tambalea y debilita. En el caso de Castilla, es importante destacar las distintas manifestaciones de lucha que se están dando en nuestra tierra y que tienen un gran potencial para la creación de un movimiento popular amplio: las asambleas y manifestaciones contra la OTAN, la lucha de los bomberos forestales, de los pensionistas, las movilizaciones por la sanidad pública, etc. Es tarea de todos y todas impulsar espacios de confluencia para todos estos movimientos y plantear un frente común de acción que permita generar un proceso verdaderamente revolucionario y de ruptura del régimen.
Centrándonos en el caso de la juventud, entendemos que la desesperanza y la incertidumbre ante el futuro son sentimientos generalizados que pueden provocar desánimo frente a la lucha colectiva. En este sentido, es importante mencionar también el duro golpe que supuso la pandemia en la salud mental de muchos jóvenes, con una tasa de suicidios mucho más alta en este sector poblacional y el aumento del número de personas medicadas por trastornos de salud mental.
Desde Yesca nos negamos a caer en derrotismos y a esperar a que otros luchen por nosotros. La izquierda socialdemócrata y, concretamente, el Gobierno actual, actúan como agentes desmovilizadores de la lucha popular en las calles porque son conscientes de la acelerada decadencia en la que se encuentra inmerso el Régimen del 78, brazo político del sistema capitalista en el Estado español, desde hace ya varios años. Esto hace que actualmente sea mucho más propicia su ruptura, por lo que es nuestro deber aprovechar esta oportunidad para generar un proyecto emancipador que nos permita conseguir una sociedad igualitaria, en la que el pueblo trabajador decida por y para sí, construyendo una Castilla republicana y socialista.