Comencemos con la definición del patriarcado como sistema de opresión de género y de clase instituido y sustentado por el capitalismo más férreo. En esta perversa relación de reciprocidad, donde ninguno de ellos puede vivir sin el otro, se hace limpio aquella proclama de «patriarcado y capital: alianza criminal».
Actualmente, existen diferentes movimientos feministas en los que la cuestión de clase no es más que, para tales movimientos, un impedimento y un acto protagónico la clase trabajadora. Pues bien, para nosotras no se puede concebir al feminismo como concepto y forma de vida sin tener en cuenta dicha cuestión, por la simple razón de que el patriarcado no afecta de la misma forma a la clase trabajadora y pobre que a la burguesa, aunque sean mujeres. En este, si bien es cierto que por el hecho de ser mujeres el patriarcado y sus violencias las sentido surge, esto ocurre de forma parcial. Somos las mujeres trabajadoras y pobres quienes, además, sufrimos explotación laboral y sexual —materializada en proximidad como la prostitución o la maternidad subrogada—, así como de cualquier otra forma.
Nada más lejos de la realidad. Por supuesto, no existe liberación sexual alguna en la prostitución —ni siquiera cuando se utilice el eufemismo trabajador sexual—. No descubrimos un mundo nuevo cuando afirmamos que la prostitución fue creada para la subordinación de la mujer como objeto del hombre, que nos compra y hace con su adquisición lo que quiera y cuando quiera. De no existir puteros, no habría negocio alguno, por lo que no existirían ni la trata de mujeres —de las que un 79% son obligados a prostituir su cuerpo— ni, por tanto, la explotación y la violencia hacia las mujeres. En definitiva, la prostitución es la base de la explotación de la mujer.
Por todo esto es necesario crear una fuerte union entre las trabajadoras. Nadie más, incluidas las mujeres de la clase dominante, nos liberará y acabará con el patriarcado y con sus hijos sanos: aquellos que nos violan, nos asesinan, nos denigran, nos creen en propiedad… Caer en la trampa de esta falsa liberación sexual es tender la mano al sistema opresor y sus ejecutores, desdibujando el verdadero concepto de feminismo. Cuando se descubra esta falsedad, solo entonces, llegará la liberación sexual, de sexualidades y de géneros. Hasta entonces, seguirá siendo una mentira que perpetúe este sistema que nos oprime y explota por el mero hecho de ser mujeres trabajadoras, lavando su cara y, poco a poco, de forma inconsciente, retrocediendo en derechos y libertades.
De una u otra forma, esto ya se está produciendo. El régimen del 78, a sabiendas del beneficio que le puede suponer esta falsa liberación, se está aprovechando de esta polémica. No es casual que de un tiempo a esta parte se estén remarcando cada vez más las contradicciones internas entre nosotras, propiciando una separación de las fuerzas —divide y vencerás—, que genera un impase que permita al sistema idear una nueva estrategia que lleve a la muerte del movimiento feminista.
¡Ni un paso atrás! El 8 de marzo, todas las mujeres trabajadoras a la huelga feminista.