Ser mujer no es un sentimiento, ni una performance, es una realidad biológica y material que conlleva unas cargas y estereotipos que son los que el feminismo lucha por erradicar. El sexo no se asigna, se observa, y tener que decir esto en pleno siglo XXI da una idea de la alienación y la estupidez generalizada en la que vivimos.
A partir del último 8 de marzo se ha venido diciendo que el feminismo está dividido; eso no es cierto; el feminismo está más fuerte que nunca, tiene clara su agenda, y se define sin lugar a dudas como abolicionista. Miles de mujeres y jóvenes lo han demostrado en las movilizaciones del 8 de marzo. El feminismo abolicionista se distancia de quienes usurpan el nombre del feminismo para ejecutar políticas neoliberales contrarias a los derechos de las mujeres; nos negamos a ser una pieza más del engranaje del mercado capitalista y nos distanciamos de quienes no cuestionan la división sexual del trabajo, de las que no analizan las situaciones de opresión o discriminación, de las que pensaban que el machismo acabaría el día en que una mujer ocupara un alto cargo; luego vinieron Irene Montero y Díaz Ayuso a desmentirlo.
Partidos políticos y sindicatos que dicen ser de izquierdas no sólo han abrazado la ideología queer, que es intelectualmente incoherente y antifeminista, sino que también han respaldado los intentos de silenciar las críticas al género como estructura de opresión. Lo que hoy se llama izquierda está muy lejos de hacer de la cuestión de clase el eje central de su agenda política, como también lo está de hacer de la emancipación del sexo femenino uno de sus objetivos principales. Han abandonado los dos grandes motores de transformación social: la lucha de clases y la lucha por la emancipación de las mujeres.
Nos llaman feministas clásicas y nos acusan de ir de la mano de la derecha, cuando es la izquierda neoliberal y terraplanista la que le está poniendo una autopista al fascismo al centrarse exclusivamente en los sentimientos y en los deseos, especialmente en los que se basan en la explotación de mujeres: compra de niños, prostitución o pornografía. El feminismo sabe bien que de la derecha cabe esperar bien poco -padecemos su agenda en comunidades como Castilla y León o Madrid-, pero igual de poco puede esperarse de esa “izquierda” que abandonó la crítica a las estructuras de poder y la justicia social como horizonte de emancipación, que se posiciona de forma abiertamente antifeminista al secundar políticas ostensiblemente reaccionarias. ¿Qué esperar de sindicatos, partidos, políticos y políticas, como Ada Colau o Yolanda Díaz, entre otras, que se han tragado el sapo del “trabajo sexual”, eficazmente publicitado por el potente lobby proxeneta?
Y mientras defienden la agenda transfeminista y la agenda del lobby proxeneta, la violencia contra las mujeres crece día a día. Han pasado 5 años desde que se aprobó el Pacto de Estado contra la violencia de género, dotado con mil millones de euros para un periodo de 5 años, dinero que ha sido desviado por Comunidades y Ayuntamientos para otros fines diferentes a los que fueron creados, como es la promoción de la agenda trans. Y como ejemplo, tenemos el reciente y delirante estudio del Ministerio de Igualdad sobre educación y salud menstrual de las mujeres jóvenes, estudio que no tiene empacho en afirmar que de todas las mujeres, son las trans las que sufren un mayor tabú sobre la menstruación que el resto de mujeres y tienen mayor dificultad económica para adquirir productos menstruales, estudio en el que se han gastado 10.000 euros,
La ley Solo Sí es Sí ya ha reducido más de 1.000 condenas a agresores sexuales y ha permitido la puesta en libertad de un centenar de ellos. Es una ley tan mal hecha que sufriremos sus consecuencias durante mucho tiempo, a pesar de haber sido aprobada su reforma en el Congreso. Por supuesto, ello sin que sus promotoras dimitan o pidan disculpas y haciéndose las víctimas. Siete meses después de su entrada en vigor, aún no se aplican las medidas de ayuda establecidas por la ley, como son los centros para víctimas de violencia sexual.
Permiten el acceso libre a la pornografía a menores. La brutalidad vejatoria, la violación grupal normalizada y las prácticas límite convertidas en rutina circulan por la red sin filtros ni límites de acceso para quienes apenas han ingresado en la órbita de la adolescencia. Hay que desterrar la cultura de la violación (el porno es una prueba de la aceptación y extensión de esa cultura) y la instrumentalización y sexualización del cuerpo femenino (algunas campañas publicitarias dan fe de ello).
Han abandonado la coeducación en las escuelas en favor de teorías que introducen ideas anticientíficas y validan la ideología de la identidad de género, permitiendo el regreso de los estereotipos y re-introduciendo los roles y actitudes más sexistas, rancios y tradicionales.
Estamos asistiendo igualmente a una campaña de blanqueamiento de los vientres de alquiler por parte de la derecha, mientras el Gobierno, que dice estar en contra de los vientres de alquiler, permite la inscripción en los consulados españoles de los bebés nacidos en el extranjero, lo que supone una legalización encubierta de los vientres de alquiler.
A pesar de este panorama, se ha puesto de manifiesto la fortaleza del feminismo: la lucha por defender el realismo biológico es una lucha que no podemos permitirnos perder. El feminismo es una teoría política con una agenda clara, que tiene un gran potencial transformador social, político y económico. La emancipación de las mujeres sólo tiene un camino, el mismo desde hace más de tres siglos: el abolicionismo de las estructuras de opresión patriarcales: “no hay elección en la prostitución”, “la pornografía es prostitución”, “las mujeres ni se compran ni se alquilan”, “ser mujer no es un sentimiento”. Lucharemos contra la brecha salarial y la feminización de la pobreza; contra la violencia machista y la justicia patriarcal; contra el negacionismo de la violencia machista; por el fin de los feminicidios; por una vida libre de violencia sexual. Lucharemos contra la explotación reproductiva y el mercado de óvulos; por el derecho al aborto sin acoso, libre y seguro en centros públicos; por unos servicios públicos de calidad, por la corresponsabilidad social de los cuidados; y un largo etc.
¡El feminismo no se rinde!
¡Viva la lucha de las mujeres!