Como ya se ha dicho, vivimos un contexto social y político muy particular, con la globalización de la guerra. En este contexto de guerra y crisis capitalista, la situación es precaria para el conjunto de la sociedad, pero lo es especialmente para las mujeres, ya que agudiza la violencia estructural que sufrimos en todas sus formas.
Por un lado, el cuerpo de las mujeres siempre se ha considerado como objeto de conquista, especialmente en las guerras. Hemos sido torturadas, utilizadas como monedas de cambio, asesinadas, meros objetos de compra-venta, cuerpos en alquiler, víctimas de agresiones sexuales y violaciones; hemos sido “sacrificadas” por los propios Estados, usadas como tráfico y trata de blancas, en definitiva, objetos de explotación sexual. Y como podemos ver, en los diferentes conflictos que existen, ese es el papel al que se nos relega. Ante un escenario de intensificación de la guerra, el papel reservado a las mujeres va a ser el mismo, si no aún mayor.
El capitalismo implementa dinámicas que afectan de primera mano a las mujeres, reforzando ideas irracionales e impulsando el individualismo. Como eje socioeconómico de esta época, el capitalismo lanza ofensivas como la teoría queer, que constituye un brutal ataque a la infancia y a las mujeres disfrazado de falso progresismo, suponiendo consecuencias físicas y mentales totalmente desastrosas, como es fácilmente comprobable en estos días.
Tras este avance, no es casual que en solo en estos cuatro meses que llevamos de 2024, el número de asesinadas en el Estado Español sea de 27 mujeres y menores. Tampoco es ninguna casualidad que cada día aumente más la violencia machista, y en especial las agresiones sexuales; que se incremente la industria pornográfica (ahora también bajo los parámetros del neoliberalismo, como sucede con onlyfans y otras plataformas de ese tipo), que se consolida como escuela de la violencia sexual hacia las mujeres; o que se refuerce el sistema prostitucional, que explota sexualmente y mercantiliza nuestros cuerpos. El Estado Español es el tercer país del mundo en el consumo de prostitución. Tratan de vender la idea de la liberación sexual, pero no es más que pura explotación y violencia. No podemos olvidar los vientres de alquiler, otra forma de violencia y mercantilización, o la donación de óvulos. Aprovechan la precariedad, teniendo que vender nuestra capacidad reproductiva para sobrevivir. Todos estos fenómenos que componen la violencia estructural que sufrimos las mujeres se verán incrementados debido al avance de la crisis capitalista y al contexto geopolítico.
Este Gobierno, y en particular el Ministerio de Igualdad en materia de mujer, no va a protagonizar cambios reales ni efectivos en cuanto a la erradicación de la violencia machista; ya hemos visto el alcance paliativo de la mayoría de las leyes aprobadas, y eso cuando estas no han tenido un impacto directamente nocivo para las mujeres y para las víctimas de violencia de género, como ha sucedido con aquellas leyes impulsadas durante la pasada legislatura. Pero incluso si la legislación está bien orientada, el contexto del capitalismo podrido vigente en el Régimen del 78 en el que éstas se desenvuelven no permite que sean herramientas efectivas para su presunta finalidad. La violencia y la desigualdad solo se podrán atajar superando este marco socioeconómico del capitalismo patriarcal.
Por último, como mujeres revolucionarias y antiimperialistas, no nos olvidamos de hacer mención a las mujeres que participan en la resistencia del pueblo Palestino y en su lucha contra el sionismo; desde aquí, nuestro calor y nuestro más sincero reconocimiento, las comuneras estamos con vosotras.
¡Mujeres, castellanas y comuneras! Tenemos la oportunidad, la necesidad, la obligación, pero sobre todo, la responsabilidad, como pueblo castellano, como sociedad y especialmente como revolucionarias, de luchar por la paz, contra la violencia machista y patriarcal, y por nuestra liberación como sujeto político. Siguiendo el ejemplo de mujeres revolucionarias de distintas épocas como Manuela Malasaña, María de Pacheco y Doris Benegas, seguiremos luchando por una Castilla feminista, republicana y socialista.